Mariano V. Osnaya
3 min readJun 30, 2022

(10/52) ruido

Desde hace unos días he comenzado a grabar videos con el celular, imitando a John Wilson con su How to… surgió la idea por la cantidad de cosas que se ven, más o menos a diario, en la calle de Cedro o lo que de pronto pasa en la calle de la tabacalera donde viven alex e idalia. En Cedro, por ejemplo, cayó rayo el otro día. Ilumino todo el estudio a parte del estruendo que nos hizo brincar. Cayó justo enfrente del edificio. Con más frecuencia, también, veo pájaros o palomas muertas, al ventrílocuo agresivo cuyo muñeco parece poseído por satanás, las familias de gueros que de a poco comienzan a caminar por las aceras con sus perritos, carriolas y caras satisfechas, los nuevos negocios, edificios remodelados con deptos de mas de 2 millones, el taller de bici como punto, etc. Nada de eso molesta, excepto el ruido. El ruido de la calle es lo más notable.

El otro día intentábamos ver el documental de George Carlin pero era imposible por el ruido que salía de todas partes: el bar de enfrente con Marco Antonio Solis a todo, el carro del ropavejero, el carro de los esquites ‘bien calientitos’, luego el del panadero con su pan, más la voz de 10 db naturales de Walter, hasta los pajarillos cantaban especialmente alto, quizá tampoco se escuchaban así mismos.

Y ese es todo el medium, o no. Pensé en el silencio de mi casa. Pese a que de vez en cuando pasan camiones muy cerca, los cuales van frenando con motor, haciendo un ruido insoportable, pese a eso, en general el edificio es muy tranquilo. No hay perros, nadie hace fiestas, nadie tiene la música a todo volumen. Y el otro día me percaté de ello al despertar: había muy poco ruido, casi nada sonaba. Acostado boca arriba, en casi silencio (tan solo el sonido ligero de cuarto con libros y propia respiración, mi latido) pensé que eso sería muy parecido a estar muerto, a estar en un ataúd. Pensé en mi demanda de silencio y como se relacionaba con la muerte, en el sentido que a veces no quiero ser molestado, interrumpido, obstaculizado, interpelado, etc, por nadie. Y tampoco hacerle lo mismo a otra persona. Es fantasía de grado cero de interacción sería como consumirse en silencio (lo dije así en el diván)…

De eso quería escribir desde hace semanas hasta que hace unos días me quedé sordo de un oído. Es muy fácil acostumbrarse a no oír bien. Supongo que es más fácil porque se va experimentando de forma gradual, de pronto, todo suena abajo, ahuecado, como si proviniera de una caja de resonancia. Tiendo a hablar muy bajito, de pronto a la gente le cuesta trabajo escucharme, ahora, con esa sordera temporal, hablé todavía menos fuerte, como si con escucharme a mi mismo fuera suficiente, siendo yo mismo una caja de resonancia que prefiere capturar su voz, apresarla. Se sabe que antes de la crítica falologocentrsimo heteronormado patriarcal estaba la crítica de Derrida al fonocentrismo, al privilegio de la voz sobre la escritura. Husserl, dice Derrida, imagina la expresión del yo trascendental como una voz que resuena y rebota en las paredes de la mente. En Kant, la apercepción del yo era algo más diáfana, imprecisa, no arropada con la gracia de los fenómenos. La voz interna como cosa en sí o nóumeno. Encuentra tu voz, recomiendan en los talleres de escritura creativa, FTS! Sería mejor pensar en cómo no suena la voz interior. Estando medio sordo, eso incrementa, uno se deja de escuchar. Mudo al mismo tiempo para mudarse o dejar ir el ruido sensorial. Claro, hasta que la otorrinolaringóloga te destapa los oídos y te dice «mi queridísimo Mariano» en el mismo tono, intención, inflexión que una amiga me dice «queridísimo». Y ambas palabras, tan sonoras, dicen nada. Escuchar de nuevo para oír nada u oír mentiras o frases hechas. Ruido.