Mariano V. Osnaya
5 min readSep 11, 2022

13/52 el primo

(Idalia me está dictando)

¿Te identificas con ese niño llorando? Sí.

Esta semana hice un recap de la estancia de mi hermano en México, en mi casa, en su casa, etc.

Hace un mes y medio dije que mi análisis estaba terminado. Que mi trabajo de duelo había llegado a su fin. Pensé que mis sesiones con Marcela habían terminado porque mi entrada al análisis fue el duelo por mi madre…

La figura femenina de mi analista ya no funcionaba, ya no me interpelaba. Había resuelto la cuestión edípica y la novela familiar se terminó. Eso creí hasta ayer… Hasta el día de ayer que comencé hablar de un recuerdo reprimido que me contó Gabriel ahora que vino a México.

La escena es la siguiente: tengo 11 años y estoy en mi cuarto llorando como magdalena. Mi madre y mi hermano llegan al departamento y se dan cuenta que faltan muchas cosas. Me encuentran en un cuarto llorando y piensan que algo me pasó. Saben que mi papá se fue de la casa porque no están sus cosas.

El recuerdo de mi hermano termina ahí.

Yo no recuerdo eso. Y ahora es un recuerdo adquirido.

De la familia de mi papa recuerdo que eran muchos hermanos. Recuerdo a mi abuela Goya, recuerdo el edificio, la humedad, recuerdo que nos hacían menos. Recuerdo que la familia Osnaya se burlaba de que tenía más de Villegas porque me gusta ver películas y porque me gusta leer. En mi casa casa aún conservo la tesis de la hermana de mi papa. Fue de filosofía y de Acatlán, donde yo estudié. (título de la tesis).

Me doy cuenta ahora que está un poco sobre valorado todo… (esto no sé porqué me lo dictó Idalia o si fue algo que yo agregué)

Lo interesante aquí es que cuando creí haber resuelto el trabajo de duelo, o haberlo terminado (aunque se sabe que ese trabajo es infinito), me encuentro en el análisis recordando esa anécdota que reprimí y, al salir de análisis y regresar…

Hacer trabajo de duelo de un fantasma…

(Ahí termina el dictado, creo que habíamos bebido mucho en las promos).

Continúo…

Al regresar de análisis me sentía bien, pese a todo. Tenía ganas de leer y terminar el ensayo de Derrida sobre la pizarra mágica, justo para empezar a imaginar un fanzine que llevo semanas platicando con Idalia.

(No lo terminé de leer sino hasta la feria de San Carlos)

Entonces me metí en un bar, una cervecería que está por la Bombilla. Venden Minerva de barril y llevo años yendo ahí. En fin, llegué. Le hablé a Gianelly para ver si quería echar un trago. Me dijo que sí pero que llegaba saliendo de su trabajo. Era perfecto porque me daría tiempo de leer.

Mientras la esperaba continué leyendo y de pronto vi que entró D. Entonces me hice tonto y fingí no verla. D. me prestó un libro de Robin Myers hace como tres años y no se lo he devuelto. Hace unos meses compartimos una mesa para presentar la expo que montamos en el museo de las culturas del mundo. Terminando, me recordó sobre su libro. Luego, como parte de las actividades de la expo, Robin fue a leer sus poemas al museo. Me escribió y me dijo que le encantaría presentármela y, de paso, que le devolviera su libro. No fui. Luego, por mensaje, le prometí mandárselo a Coyoacán, lo cual no hice (no he hecho). Entonces le he quedado mal mil veces y estaba muy avergonzado cuando la vi entrar en el bar. Llegó Gianelly y le conté la situación. D. estaba a tres mesas de mi. Toda era un poco absurdo. Me aguanté para ir al baño con tal de no tener que toparla de camino. Al final, se fue como a las 10:30. Parece que no me vio.

Al fin pude voltear a ver su mesa y noté que dos de sus acompañantes se habían quedado. Vi a una chica que he visto desde hace muchos años en la facultad. Y vi, entonces, a un fantasma. A alguien a quien siempre he pensado que es un primo Villegas y a quien no veo desde has 25 años, aproximadamente.

Con Gabriel lo he visto varias veces en la UNAM. En el FICUNAM. Yo lo he visto en la facultad de filosofía y alguna vez que leí una ponencia en un coloquio de estética ahí estaba en el público escuchando. A Gabriel y a mí nos da cringe acercarnos y saber si sí es él, si es quien pensamos. Hemos dudado desde entonces pero, tampoco, hemos hecho nada por acercarnos y comprobar la hipótesis.

Esa fue la ocasión en que he estado más cerca de él. Pagaron el resto de la cuenta y se fueron. Todo hubiera sido tan sencillo si desde que estaba D. me hubiera levantado, la hubiera saludado y, quizá, me hubiera presentado a sus acompañantes. Hubiera sabido si es él, el espectro, el fantasma Villegas que me asedia. O no. Pasó la noche.

Al día siguiente le conté todo a Idalia.

Me aconsejó que le escribiera a D. diciéndole la verdad. Todo para saber si ella tenía alguna pista sobre ese fantasma.

Ok.

Comenzó el dictado de Idalia de nuevo. Transcribo:

Hola! Ayer estaba en un bar por la bombilla y te vi llegar con unos amigos. Creo que tu no viste pero yo si te vi. No te saludé por dos cuestiones: la primera es porque me siento muy apenado porque no te he podido dar tu libro de robin meyers; la segunda es porque creo que uno de tus amigos es un primo hermano mío a quien no le habló desde que mi papas se divorciaron hace más 25 años. Te quiero pedir una disculpa porque creo que fue muy infantil de mi parte no saludarte. 🙇🏽‍♂️

D. fue muy amable y me contestó que no había problema. Que no me preocupara. Entonces le pregunté por el fantasma que estaba en su mesa. Me dijo que le dicen Ro Ruster, que está en la facultad, que “trabaja Benjamin” y que es exnovio de su amiga L. Entonces le pedí que si podía preguntarle cuál era su nombre y su apellido. Y lo hizo.

El fantasma es Rodrigo Villegas Mendoza. Es mi primo. Todo me pareció muy ominoso. Es como un mariano bizarro y, diría Alex, un mariano no feo.

La verdad, me interesa muy poco saber de él. Lo único que me importa es saber si mi papá está muerto. Según la historia que me he contado, fue su papá quien vino en su bocho para ayudarle a mi papá a sacar sus cosas del departamento. Pienso que él debe tener alguna pista al respecto de de mi padre.

No sé bien qué hacer. Iván me dijo que le cantara un tiro. Pero no le veo caso. Idalia me dijo que hagamos una especie de ensayo a lo Nathan Fielder. Tampoco me convence.

Quizá no haga nada. Un géminis: pensar el duelo de un fantasma. Prefiero un primo espectral que uno de carne, con cuerpo. El problema de pensar a los fantasmas que reclaman algo, como decía Derrida, es que, mientras no hagamos nada, siempre nos estarán observando. Ése es su poder, observar sin ser vistos.