(14/52) Para la plenaria géminis

Mariano V. Osnaya
5 min readSep 23, 2022

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Este es un tema para discutir en la plenaria del sindicato géminis.

Es sobre cómo un géminis no deja huella en otre.

Es sobre si hay géminis pasivos o activos. Sin doble sentido o sí. No sé, no importa.

Parece que hay dos tipos de géminis: quienes escuchan y quienes hablan.

Yo soy de lxs primerxs.

Siempre prefiero escuchar y hacer preguntas antes que hablar. Cuando me pongo a hablar, normalmente, es porque me preguntan mi opinión, porque quiero discutir o porque quiero quejarme de algo. También hablo cuando tengo dudas, ya lo dije.

Considero que tengo mala memoria o, al menos, es muy selectiva. Tengo facilidad para acordarme de nombres de películas y de nombres de actores y actrices de Hollywood.

Tengo facilidad para acordarme de nombres.

Es como ser una versión muy pobre de ese texto Derrida sobre la política y la ética del nombre propio a propósito de la firma de Nietzsche.

Recordar un nombre también me gusta porque, a veces, la gente se esconde detrás de sus apodos y, se sabe, me cagan los apodos. O porque siempre es más fácil nombrar al otro a través de algo que no es su nombre. Un tema de mística judía: el nombre de dios no se sabe y sólo tiene apodos. Cuando se revele su nombre sabremos el nombre de todo. Conocer al otre por el apodo es conocerle a través del misterio. Y eso tiene su encanto. Como ayer que estaba con Sedlludi (según como lo escuchaba que lo pronunciaba Idalia). Apodo rarísimo, intrincado, con una historia de por medio. Ahora que supe su nombre, algo de su aura se cayó. No saber el nombre de alguien produce un aura, “una cercanía por muy lejana que esté”.

A lo que iba con la memoria es que me acuerdo, casi siempre, de lo que me cuentan lxs otrxs. La diferencia, diferancia, différance. Lo que noto con los años es que aquellos que me cuentan algo no recuerdan que ya me han contado lo que me han contado. Y creo que tiene que ver con la pasividad de la escucha. Cuando alguien escucha a alguien no deja huella o marca en el otre.

El otro día G. me contó toda una historia sobre su refrigerador, su diplomado, etc. Lo raro es que yo estuve con ella en esa historia un par de días antes. Entonces, cuando se dio cuenta que me estaba contado algo que yo había vivido con ella fue un shock. Una desconexión consigo misma.

Idalia, por ejemplo, me ha contado muchas veces historias que ya me ha contado. ¿Cómo recordamos algo que le hemos dicho a alguien? O mejor dicho, ¿por qué no recordamos que ya le hemos dicho lo mismo a la misma persona? ¿por qué esa repetición? La repetición es la instancia para recordar lo traumático, lo que se inscribe, como con un estilo, en el inconsciente. Entonces, quizá, no sería raro estarle contando lo mismo a la misma persona, el objetivo sería repetir el relato sin que importe quién lo escucha. O no, quizá sí importa a quien se le cuente. No sé.

La pregunta para la plenaria del sindicato géminis sería: ¿por qué unx géminis quiere dejar su huella en la escucha del otrx cuando, por definición, una escucha es atenta, pasiva y vulnerable y no deja huella ni herida ni trauma en quien te habla pero sí en quien escucha? ¿Por qué escuchar, siempre, es una herida abierta que no deja cicatrizar quien narra o quien cuenta?

Si escuchar es una herida abierta, dejar cicatrizar es dejar de escuchar. ¿Por qué al amigo o a el amigue se le demanda la escucha? ¿Por qué cuando una oreja te deja de escuchar deja de ser un amigue y se convierte en enemigo? ¿Por qué no platicamos con nuestros enemigos?

Dejar de escuchar es lo más difícil. No poner atención: no sé cómo no poner atención.

¿Por qué el o la géminis siempre quiere ser recordadx en ese acto marginal, residual o como un derrame de una máquina descompuesta que es la escucha?

¿Por qué nadie se acuerda que me acuerdo de lo que me han dicho?

Hay gente que procede al revés. Por ejemplo, V. me habla como si ya me hubiera contado todo de su vida y como si tuviéramos un lenguaje privado en el cual entiendo todas sus referencias personales. Pero no es el caso.

Y el otro extremo es Iván, con su memoria medio esquizo que me recuerda cosas que no sabía que podía, que hice o que pude hacer. La memoria de Iván es extraña: es la de un escritor de ficción. Muchas veces me ha contado historias donde he estado y que me han parecido nimias pero que, gracias a su relato, se vuelven chidas. O historias que no recuerdo en absoluto. Esa es otra opción: tener a alguien que recuerde mejor por ti, no precisamente porque escuche, sino porque siempre es mejor inventar algo. A partir de la escucha no hay ficción, quizá haya testimonio, como decía Agamben.

El “musulmán” en los campos de concentración, como dice, de nuevo, Agamben, no habla ni da testimonio, es simplemente una figura. Parece sólo escuchar. ¿Cómo es una escucha activa? O al revés, ¿cómo es un relato pasivo que no necesite una oreja? ¿Cómo es una narración pasiva?

Iré a Puebla a leer una ponencia sobre Guattari y sus tres ecologías. Lo organiza un fenomenólogo. Creo que Merleau-Ponty habló de una reducción eidética de la escucha, de los sentidos, de la percepción. Dijo que, básicamente, era imposible y que todo el proyecto de Husserl no era más que un idealismo cartesiano.

Escuchar sin escuchar, sentir sin sentir, ver sin ver, etc. Esa es la reducción fenomelógica del francés. Yo sólo quiero que la persona que me cuenta algo recuerde que ya me lo ha dicho.

Quiero un enunciado: “ya te lo conté, pero…” Y que haya una nueva elaboración. El “pero” es todo. Siempre vuelvo a él en el análisis: “ya conté esto, pero te lo vuelo a contar…”. Es una cortesía. Es un modal, una minima moralia, como decía Adorno. “Recuerdo que te he contado eso pero, ahora, pienso que es otra cosa”. O, “te conté esto pero cambié de parecer”. U “olvida todo lo que te dije, ahora pienso esto o siento esto…”.

Me da la impresión que importa muy poco quién te escuche (o te lea en mensaje escrito) y, menos, si quien te escucha, quiere hacerlo. Hay una sordera generalizada.

Ser sordo.

O sólo escuchar selectivamente.

O transformar (re-relatar el relato del otre).

Ser sordo para no escucharse ni a sí mismo y contarse historias que nunca sucedieron.

Todo esto iba a que nunca se deja una huella a través de la escucha.

Un géminis pasivo es un pescado.

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