(7/52) Impresiones sobre ferias de libros

Mariano V. Osnaya
6 min readApr 28, 2022

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Siempre he ido a ferias de libros. Me encantan. Era uno de mis pasatiempos favoritos hasta antes de Marzo de 2020. Las mejores eran donde podías encontrar los saldos de las editoriales transnacionales a precios ridículos porque, cuando estuvieron en librerías, nadie compró alguna “novedad” editorial. Era común encontrar libros de Alfaguara, Ramdom-Penguin House (o como sea que se llame ahora), y muchos de los diferentes sellos de Grupo Planeta, en especial, Tusquets. Algunos libros de Rey Rosa o Banville los he comprado en esos tiraderos a 50 pesos o tres por 100. En ocasiones hay también de Paidós. Mi edición de Imperio de Tony Negri y Hardt la compré en la glorieta de insurgentes a 30 pesos. Nunca hay rarezas, sólo saldos, tirajes que es mejor vender a 20 pesos que llevarlos a la trituradora y en ellos, habrá pocas cosas interesantes. Había que escavar mucho en las montañas de libros. Pero de eso no quería escribir, sino de estar, por primera vez, del otro lado, vendiendo los libros.

Ya lo había hecho cuando trabajé en SuperLibros, pero no es lo mismo. Ahora vendo en ferias de libros del catálogo de la Pitzi. Hasta el momento he estado en 5 ferias: Hojas de Cedro, FAIN, INDEX, Dolor Local y Libras y Rosas. Poco a poco voy conociendo al gremio. Más o menos siempre somos los mismos.

FAIN:

FAIN no es como tal una feria de libros. Es un evento donde en una galería improvisada, una escuela abandonada en la Escandón, varios artistas exponen su obra y se les obliga a estar ahí hablando de ella, como vendedores de muestras de perfumes en un mall. Patético. Por supuesto, no es gratis. El artista debe pagar para poder tener un espacio ahí y, encima, dar una comisión por cada obra vendida. Supongo que así es el mundo del arte: un mercado organizado por intermediarios, marchantes más o menos cultos que saben y conocen toda la jerga de la teoría estética producida por la posmodernidad francesa. Entonces, ahí, en el patio de la escuela, en la cancha de basquet, en la banda, cinco editoriales seleccionadas, curadas, tuvimos el privilegio de poder vender nuestros libros. Lo mejor fue estar a un costado de Fulgencio Pimentel, conocer a la que entonces era su distribuidora y poder leer casi de principio a fin Vidas paralelas de Schrauwen. El libro más vendido de la Pitzi fue el de las nubes: arte y subjetividad. No recuerdo bien el título. Le decimos, simplemente, “Nubes”. Era de esperarse en un ambiente donde a la gente le gusta que le digan qué pensar sobre el arte, que le digan por qué eso que está en la galería vale algo de dinero. Vendí el primer ejemplar de El buque de los tontos a una rubia altísima y delgada con cara de caballo. Estaba fascinada con la historia del UNABOMBER, aunque Idalia cree que lo que más les gusta es el formato pequeñísimo del libro. 100 pesos para lo que es poco más que un fanzine. Muy FAIN.

Hojas de Cedro:

No hablaré mucho de Hojas de Cedro porque me trae malos recuerdos. Sólo diré que la organizamos en chinga en un camino de regreso de La Tía, la mejor fonda en muchos cuadrantes a la redonda, en un espacio bastante agradable que es un café con un foro al fondo donde tocan bandas de jazz. Esperamos organizar Hojas de Cedro versión verano.

INDEX:

Para la INDEX hicimos un video a cambio de tener una mesa en la feria. Se realiza en la galería Kurimanzuto, en la colonia Juárez. La verdad, el video nos quedó muy chingón. Me ayudó Valeria en la cámara. Yo hice otra cámara y monté todo el video. Es una feria bastante estrambótica. La variedad de expositores fue muy buena y había proyectos bastante interesantes. Lo notable de la feria fue el tipo de gente que asistió, la cual parecía más interesada en mostrar sus atuendos que en comprar libros, aunque, para guardar las apariencia y no desplegar su esnobismo, compraban libros. Esa fue la generalidad, aunque hubo varias excepciones. Yo me la pasé grabando y haciendo entrevistas a los expositores, unos mejores que otros. El peor, un tipo muy combativo de Chicago que hablaba con tal displicencia que a Valeria y a mi nos pareció vomitivo. Una fanzinera de los Angeles que se esforzó en hablar en español pero no dijo nada interesante, era muy joven. La mesa del estudio de risografía de Brooklyn se llevó todos los aplausos. En paralelo, la feria tenía un “programa público” donde la vanguardia de la crítica y la teoría editorial hablaba sobre los “retos” de mantener una cultura de la impresión en medio de la cada vez mayor digitalización del mundo editorial, sumando a eso, había que agregarle un enfoque transversal, que diera cuenta de la clase, la decolonialidad, de la raza y de género que están implicados en cualquier producción de discurso y, por ello, en cualquier libro. Mientras eso sucedía, afuera, improvisaron una mercadita de fanzineras que se oponían al elitismo de la INDEX, por su alto costo para tener una mesa adentro y por no tener un espacio gratuito donde los discursos editoriales más marginales, aquellos que se hacen a pesar de todo, con poco dinero y desde precariedad. La contradicción era más que obvia y no parece haber modo de resolverla. La INDEX tendría que integrar en su índice de editoriales y su propuesta al NO, a la negatividad, a todo lo que ella no es, con tal de ser, un poquito, más consecuente y teóricamente problemática, disonante. De otra forma, no es más que otra feria de libro bien pensante, con buena conciencia y muy progre. También vendimos algunos Buques de los tontos a gente hermosa. Ese libro es la estafa perfecta. Un viejito nos robó una Enciclopedia y entendí el karma.

Dolor local:

Dolor local es una fiesta. El lugar más barato en el cuadrante Roma-Condesa para comprar caguamas. Si pensamos que en el Corona Alley de Mixuca una caguama cuesta 60 pesos, en tienda 38 pesos, ahí, en dolor local, una caguama por 100 pesos, no es tanto. Siempre había la opción de tomar el envase, salir al oxxo y recargar. Para el próximo año llevaré una pachita de wiski o mezcal y beberé como Werewolf Jones cuando va con Meg, Mog y Owl a vender sus fanzines. Es la feria que más me ha gustado. Pura gente bizarra entre lxs expositorxs. En el público, pues gente de la roma, mucho extranjero hablando en inglés pura idioteces y mexicanos hablando en inglés puras idioteces. Sin un escenario como tal, sólo un espacio sin mesas, al fondo del pequeño espacio, varias bandas muy a medio camino entre el punk y el metal tocando, sonando sucio, con las bocinas reventadas, mal ecualizadas, etc. Todo terminó con un performance que ya no vi pero me contaron que estuvo bueno, el cual, justamente, integró esa negatividad de la que hablé más arriba. En la feria-fiesta es donde estuve de primera mano con esa vibra fanzinera, sin concesiones, que pone a la venta, a precios modestísimos, toda su pulsión de vida. De lo que se trata es de hacer algo e imprimirlo, no importan los medios, el diseño, el material con que se hace. Simplemente querer escupir algo, vomitarlo, sacarlo del cuerpo (la cuerpa) y ver si alguien lo compra. Tengo que escribir esa teoría del fanzine. Las mejores, el Colectivo Nopalitos. Son algo feas sus impresiones pero tienen qué decir. Otro expositor que decidió hacer un fanzine sobre la morra que lo cortó y que hace unos “pinches dibujos culeros” y el francés frito que hizo un librito sobre bolsas de drogas que circulan en su país. Se vendieron un par de Buques. Un wey que no lo compró, le explicó a su amigo, que ya estaba algo borracho, quien era el UNABOMBER y dijo con mucha razón “es un terrorista, pero depende de a quién le preguntes”. La cabeza del amigo explotó. ¿Para qué comprar un cuento del profesor Kaszynski si puedo comprarme un caguama? Cuestan lo mismo.

Libras y Rosas

Buena iniciativa. Increíble ingenio eso de cambiar “libros” por “libras”. Respect. Fue en el MUAC y no teníamos muchas ganas de estar ahí, demasiado recuerdo universitarios, lo cierto es que no llegó nadie conocido…

¿Hay vergüenza en volver a los viejos sitios donde se amó la vida para vender libros?

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