(8/52) Eclipse

Mariano V. Osnaya
4 min readMay 17, 2022

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Los medios le llamaron “luna de sangre” al eclipse de luna que acaba de pasar. Pésimo nombre. Hay algo atorado ahí, algo de la sangre menstrual, estoy seguro, porque inmediatamente quise ver Carrie de Brian de Palma. La sangre en su esplendor. Pensé que no habría mejor película que ver en una “luna de sangre”. Contada, Carrie –como casi todas la novelas de King– es muy chistosa, pero tiene escenas macabras o raras, ominosas o con cringe: la que más me perturbó es cuando la mamá de Carrie la encierra en el armario, ahí ella tiene un pequeño altar, una repisa con un crucifijo, una biblia y una vela. El Cristo de la cruz tiene los ojos saltones y se iluminan por dentro (imagino al pobre asistente de arte sacándole los ojos al crucifijo de cristo, poniendo ojos más grandes e insertándole por el culo una luz para que brillaran por dentro). Brian de Palma hace un close up a ese rostro doliente pero que es chistoso al mismo tiempo. O no. Me dio miedo. Carrie, por supuesto, se encomienda a ese ídolo, tiene sus poderes y quema a todo el mundo en baile de graduación luego de ser bañada con sangre de puerco. Al final, crucifica con telequinesis a su madre, le clava unos cuchillos y queda como el cristo al cual le rezaba. Ambas se hunden en el infierno. Cine en su mejor nivel.

Recordé entonces un miedo de aquellos o aquellas que nos forman. Mi madre (obviamente y Freud a parte) en este caso. Mi madre aborrecía los cuchillos. Nunca me lo expliqué. No quería saber nada de ellos. Le producían pavor. Me contaba siempre de las dos películas que fue a ver en sus veintes: Carrie y El exorcista. Películas de mujeres histerizadas y sometidas que se rebelan, de algún modo (no de algún modo, sino haciendo un pacto con el diablo) ante un o unos hombres. Eso explica, en retrospectiva, mucho de ella. Al ver la escena final de Carrie entendí su aversión por los cuchillos: los cuchillos eran la posibilidad de matar a su madre (mi abuela) pero, en específico, de matar a su padre o a su esposo (mi padre). Hablé, luego de ver Carrie, largo rato con Gisela y le conté más o menos esto. Me dijo que ella en algún momento se sintió Carrie y pensé que todas las chicas que me gustan, de una y otra forma, se sienten Carrie. Tema pa el análisis. Freud e edipización a parte…

Entonces pensé que esos miedos vienen de más atrás de nosotros, pensé en el miedo de la mujer que nos cuida. Y si un nombre es destino, como decía Lacan, un miedo debe ser una farsa, si todo tratamiento sobre el destino es trágico.

Cuando fue el eclipse del 91, el eclipse total de sol del año 91 tenía 6 años. Mi padre quién sabe donde estaba. Gabriel se fue a Tepoztlán con su amigo a verlo y yo me quedé con mi madre en casa. Recuerdo que fue como a la una de la tarde. Fue entresemana. Salimos a la explana de la unidad habitacional donde vivo actualmente y junto con otros vecinos, empezamos a ver el eclipse. Teníamos unos lentes especiales que se regalaron entonces. Con una careta de soldador también podía verse; se decía que verlo directamente podría dañar los ojos los ojos. Entonces todo empezó a oscurecerse. Recuerdo que esa noche fue poco a poco, pero viendo los registros parece que fue en cuestión de minutos. Al acercarse el eclipse total, mi madre se espantó. Tuvo miedo. Tuvo temor. Quizá recordó a Carrie, haciendo algo que ella no controlaba. Escuchó aullar a los perros y dejar de cantar a los pájaros, vio que todo su mundo era insignificante, opacado, obscuro y que nada dependía de ella y que si el sol podía eclipsarse quizá no había destino, tan solo una farsa: lo ineluctable (el sol todos los días) no era más que un escenario cósmico, un teatro, un canal de las estrellas como el que veía todos los días. Esa certeza le provocó miedo y volvimos a la casa antes de que empezara el eclipse total de sol.

Terminé viendo el fenómeno por la tele. La mediación de la tele, siempre. Quizá ahí nació mi afición a ver pantalla siempre. Hay una seguridad y una distancia en ver una imagen televisada o en una pantalla.

Obviamente, todo es mi interpretación, presiento que lo que le produjo a mi madre el miedo fue su ignorancia. O no… no sé. Me gusta imaginar que fue una suerte de catarsis donde se dio cuenta de su propia insignificancia y finitud en términos astronómicos. A la fecha, me fascinan todo lo que tenga que ver con el universo y siempre me identifico con Alvy Singer, el personaje de Woody Allen en Annie Hall, que está, de niño, deprimido porque el universo está en expansión. Sin embargo, ese niño no sabía que antes de que pase eso, el sol se va a tragar la tierra. Como sea, nunca le he perdonado a mi madre que no me dejara experimentar ese eclipse solar total.

En 2024 habrá otro eclipse total de sol. Se verá en el norte del país.

Ahora vi el eclipse lunar con mis tios en la casa. Fue bueno explicarle a mi tía Blanca (quien solo estudio la primaria) a qué se debía el fenómeno y, sin embargo, recomendarle que se llenara de energía de esa vibra lunar. Todo mal. No hubo miedo, tan solo incertidumbre.

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